Diario La Nación.-
Son jefas del hogar 39% de las mujeres venezolanas
Betty viuda de Quiñónez está agradecida por la vida que le ha tocado, teniendo como base a su familia y su habitual vocación de servicio a los demás.
Las abuelas del club que creó Quiñónez manifestaron sentirse vivas, otra vez, al mantenerse activas con diversas actividades.
No necesita un hombre que la represente porque se siente representada con cada uno de sus logros. Lo da todo por sus hijos, son su prioridad, y en muchas ocasiones es madre y padre a la vez. Nadie la detiene cuando lucha por la convicción de un sueño. Con o sin esposo, la mujer venezolana es echada pa'lante. Por tanto, no extraña que el porcentaje de mujeres que son jefas del hogar haya aumentado.
Según el XIV Censo Nacional de Población y Vivienda 2011, la mujer cabeza de familia se incrementó, pasando de 29,4% en 2001 a 39,3% del total en 2011. Además, el registro de datos estadísticos del estudio censal reveló que las mujeres son mayoría en el país, y representan 50,4% del total de la población, mientras que los hombres representan 49,6%, según análisis del registro por sexo.
Asimismo, las estadísticas presentadas por el Instituto Nacional de Estadística dan ciertos indicadores de la fuerza laboral que demuestran que la mujer mantiene una tasa de actividad laboral de 53.5% y una tasa de desocupación de 3,9%, en promedio de edades de 15 años y más. Son comerciantes, luchadoras sociales, profesionales, cultoras, creadoras y hasta alcaldesas o gobernadoras.
La realidad es que consiguen la manera, en la medida de sus posibilidades y estudios, de garantizar el alimento diario en sus casas. Y es que la mujer venezolana es del tamaño del compromiso que se le presente, su valentía equivale al reto diario de hacerse respetar en un mundo de hombres, creado por y para hombres, en el cual se ha ganado un merecido lugar.
Muchas tachirenses son muestra de esas estadísticas, pero la historia de Betty de Quiñónez, una viuda de 61 años de edad, es bien particular. Hace ocho años, Betty comprendió que en la vida hay tiempo para todo: la familia, los amigos, el trabajo, y para uno mismo; y que centrarse en un solo aspecto no permite disfrutar de las bondades que a diario ofrece un nuevo día.
---Desde los 15 años, que me casé, mi vida fueron mis hijos y mi esposo. No sabía nada del mundo, mi juventud la dediqué a construir mi hogar. No estoy arrepentida, al contrario, todos los días le agradezco a Dios por mis siete hijos, hermosos hombres y mujeres que me dieron la bendición de tener 16 nietos y éstos a su vez siete bisnietos. Son el legado que me dejó mi esposo---.
Quiñónez quedó viuda hace ocho años, cuando murió su esposo José Guillermo, luego de luchar dos años contra un cáncer de estómago que estaba muy avanzado para cuando se lo detectaron. Fue un golpe duro para ella perder a su pareja, a su amigo, a quien se mantuvo a su lado por 38 años. "Fue terrible y muy doloroso, pero él mismo me dio fuerza antes de morir".
Comentó que duró un mes anonadada, desconcertada, como en estado de shock, sin todavía asumir la pérdida. Hasta que un día recordó las palabras de aliento de su esposo y siguió adelante. "Saqué el bachillerato con mucho esfuerzo durante la enfermedad de José Guillermo y eso me dio valor para, después de su muerte, sacar la licenciatura en Educación, mención Desarrollo Cultural".
Un torbellino de emociones
A partir de allí, todo ha sido un revuelo para Betty, quien se lanzó a trabajar comunitariamente, ad honórem. Es concejal suplente del municipio Torbes, coordinadora del Club Los Abuelitos de El Corozo, miembro de la comisión del río Zúñiga, coordinadora de un Frente de Mujeres, forma parte de la Comisión de la Policía y tiene voz en la Asamblea Nacional, donde aboga por los adultos mayores.
---Soy la mujer más orgullosa de mí misma. Hace 10 años, ni en pensamiento estaba en una Asamblea Nacional hablando sobre la tercera edad, yo no sabía qué era un diputado ni una Constitución. Pero soy feliz porque se me abrieron las puertas para estudiar, prepararme y ser quien soy hoy día. Es más, quisiera tener 30 años menos para seguir haciendo más cosas lindas por la gente---.
Como diría su esposo, Betty parece la Virgen de los Milagros, ayudando a todo el mundo. Y es que, después de la partida de su fiel compañero, se dedicó a servir a la comunidad, contando siempre con el apoyo de sus hijos. "Me propuse dedicarle tiempo a alguien. Toda mi vida he sido muy sentimental por la tercera edad y decidí formar un club, donde los abuelitos pudieran compartir y sentirse vivos".
En el año 2005 creó el Club de Abuelitos Los Vencedores, de El Corozo, e inscribió a 62 personas. Cuentan con un grupo de cultura, dictan talleres y cursos de diversas artes y manualidades; los viernes son recreativos, juegan dominó y hacen ejercicios; además de viajar a algunos estados del país y representar al Táchira en actividades culturales de la tercera edad.
---Quise rescatarlos, hacerlos sentir vivos otra vez, porque como me dijo monseñor Mario Moronta, después de la muerte de José Guillermo, "uno tiene que dar vida" y así lo vengo haciendo, dándoles vida a ellos y agradeciendo a Dios el día que nos regala. Lo importante es que están activos y felices---dijo Quiñónez.
Y en efecto, durante la entrevista un grupo de abuelos la acompañó y derrochó sonrisas. Sonrisas como las que nos brindó la señora Betty durante toda la conversación, con una energía casi eléctrica y transmitiendo más que nunca sentirse viva. Cansancio no es una palabra que esté en su diccionario, porque siempre se mantiene activa. No obstante, el año pasado estuvo muy delicada de salud.
---Me dio una tromboflebitis aguda y me mandaron reposo por tres meses en cama, podía levantarme solo cinco minutos cada tres veces al día; además el médico dijo que estaba a punto de darme un infarto, y me mandó a buscar novio para que me distrajera del corazón (risas). Hice todo al pie de la letra, me cuido mucho y le pido a Dios que me dé unos 20 años más para seguir disfrutando de la vida---.
Quiñónez no ha pensado en rehacer su vida sentimental, dice que tiene demasiado trabajo y que, además, sus hijos son muy celosos. "Duré 38 años con mi esposo, fuimos uno solo y no necesito a nadie. Sí es verdad que uno se mantiene vivo con el amor, y yo tengo el amor de mi familia, de mis abuelitos, el amor por mi país y el amor de teléfono, ese que me brinda la gente con sus llamadas y mensajes".
La mujer tachirense siempre triunfa en el mundo, y un ejemplo a seguir es la señora Betty, para quien cada hijo es un trofeo, cada título logrado es una conquista, y cada nuevo asentimiento un éxito más. Pero, sobre todo, tiene una pasión y una entrega por la vida, que admira y se enorgullece de tener. Es una de las tantas almas que no se cansan de luchar en un país que también tiene nombre de mujer.